18 noviembre 2006

El Silencio

Vivimos en una sociedad donde impera a sus anchas la prisa y el ruido. Concebimos el ocio fundamentalmente como distracción. Hacemos viajes rápidos a lugares lejanos, practicamos deportes, vamos al cine, vemos televisión y oímos música que con frecuencia es estruendosa. La gente quiere marcha, mucha marcha. La obsesión de nuestra sociedad por la prisa, por la velocidad se aprecia en todo, incluso en esto de la lectura. Los hay que quieren ir tan raudos que hacen cursos de lectura rápida: "Me he leído Guerra y Paz desde el principio hasta el final en sólo veinte minutos –dice Woody Allen-, habla de Rusia".
El ocio de algunas personas es más estresante que el propio trabajo. Más que buscar el descanso parece que huyeran de algo, quizás de sí mismos, quizás del aburrimiento. Pues yo creo que para ser feliz es necesario que seamos capaces de tolerar el aburrimiento. José María Díez-Alegría, un jesuita alegre de noventa y muchos años, dice que es conveniente aprender a gozar con un suave aburrimiento descansado. Hay quienes no soportan ni el más mínimo aburrimiento y se entregan a la evasión de las drogas, de la música heavy, de los deportes de riesgo o del turismo salvaje. Son pocos los que descubren aquello de lo que hablaba Fray Luis de León:
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!.
La mayoría de nosotros necesitamos descanso, pero un descanso que sea quietud y silencio. Hace unos años me gustaba escuchar una canción bellísima de Simon y Garfunkel que tenía el sugerente título de Los sonidos del silencio. El silencio es también, a veces, la mejor forma de hablar entre dos personas, una mirada puede ser más elocuente que todo un discurso, una mirada puede ser también la más sutil de las caricias.
Y en nuestra vida más interior, allí dentro de nosotros mismos, también precisamos silencio porque la no para de hablar, de emitir pensamientos que son pájaros revoloteando en la jaula del lenguaje, apenas vuelan pero hacen ruido, mucho ruido. Si quieres elevarte has de saber que el medio en el que el alma vuela es el silencio. La meditación y la oración son formas de buscar a Dios, porque Dios suele hablar en el Silencio.

07 noviembre 2006

Los Conflictos - III parte

Es obvio que en unas líneas no voy a dar las soluciones para superar los miles de conflictos que se plantean. Ni en unas líneas ni en varios libros podría, no hace falta decir el porqué. Pero sí podríamos dedicar el blog de hoy a señalar algunas claves generales útiles para lograr un cambio positivo que ayude a superar los conflictos.
La primera puede resultar muy simple: si nos proponemos resolver un conflicto, conviene que nos centremos en encontrar las soluciones. Dicen que la diferencia entre un anglosajón y un latino es que ante un problema el latino se cuestiona el origen y el anglosajón la solución. Es necesario hablar de las causas y de las circunstancias que generaron el conflicto, es necesario conocer la historia para no repetirla y así llevar a cabo la prevención. Pero, es fundamental que las partes enfrentadas no se desgasten en echarse la culpa del origen del problema, malgastando energías y olvidando que lo prioritario es encontrar la solución.
Otro aspecto de interés es procurar no añadir más tensión a la tensión que de por sí es inherente a todo conflicto. Hay que evitar en lo posible las conductas y las expresiones agresivas y descalificadoras. Esto incluye el estar atentos a respuestas aparentemente pacíficas y que, sin embargo, esconden una agresividad enorme, son las llamadas respuestas pasivo-agresivas. El saber popular le llama de otra manera, como siempre más certera, éste las mata callando. Es también adecuado utilizar en lo posible lo descriptivo y no lo valorativo. Es mucho mejor para lograr un cambio positivo decir "eso que haces está mal", que valorar negativamente a la persona diciendo "eres malvado".
No hay que olvidar que detrás de toda conducta hostil y agresiva suele haber frustración. Si estamos implicados en un conflicto y queremos superarlo, tenemos que reflexionar continuamente sobre nuestros sentimientos, llevar a cabo una actitud de introspección continua para detectar lo latente y para intentar ver con los ojos del otro. No debemos contentarnos con un cambio que afecte sólo a la conducta, deben cambiar también las emociones, las ideas, las actitudes. Por último, si el conflicto es con una persona querida y cercana, resulta, si no del todo necesario, sí muy conveniente mostrar una actitud doble, de confianza básica en ella y en su capacidad de superación, y, de aceptación incondicional que estará siempre por encima de los resultados.

"Pasamos más tiempo lamentando nuestra situación en vez de buscar soluciones"

03 noviembre 2006

Los Conflictos II parte

Los conflictos son inherentes a la vida, forman parte de ella. Los hay, decíamos el otro día, intrapsíquicos, interpersonales y sociales, de todo tipo y condición. Pero hay personas que no los ven, que no quieren verlos, que viven como si no existieran. Son los 'avestruzman' o las 'avestruzwoman', individuos para las que nunca pasa nada, aunque se esté produciendo un terremoto de nueve grados en la escala de Richter.
La estructura fóbica es la esencial en esta personalidad tipo avestruz. El rasgo fundamental y característico es la evitación, se trata de no enfrentarse a lo temido y vivir como si ese algo no existiera. El miedo les lleva a cerrar los ojos ante la evidencia, a negar lo manifiesto, lo patente. Los fóbicos tienden, curiosamente, a sonreír ante el peligro, ante el conflicto, ésa es su forma de negarlo. En el otro extremo del arco están los que viven en conflicto permanente, tienen como lema el dime que opinas, que me opongo. A esta actitud se le llama en Psicología ir en contra corriente y se suele señalar como propia de la adolescencia, pero creedme que está presente en muchos de nosotros que nos llamamos adultos, "invitados" y en la dinámica de muchos grupos y colectivos. ¿Habéis visto alguna vez a la oposición parlamentaria, a ésta y a cualquier oposición parlamentaria, en actitud no contradependiente? Detrás de toda actitud contradependiente hay altas dosis de frustración por la dependencia que niegan y que sufren. La frustración se traduce en agresividad hacia el padre simbólico del que aún dependen.
Creo que no conviene ni negar los conflictos, viviendo como si no existieran, ni azuzarlos y vivir instalados en ellos. Los conflictos hay que reconocerlos, abordarlos y resolverlos, si es que tienen solución, o asumirlos si no tienen solución, que también es una forma de superarlos. Hay mil formas y maneras de enfrentarse a los conflictos, dependiendo del tipo y la gravedad de los mismos. Pero básicamente hay dos posturas, los que propugnan soluciones drásticas, radicales y los que no. Los hay que prefieren la revolución, el hay que cambiarlo todo, y otros que preferimos la evolución, el crecimiento sin rupturas. Entre la tesis y la antítesis me quedo con la síntesis. Quizás detrás de esta opción no haya otra cosa que el abandono de la juventud y la entrada de lleno en la edad de carroza o como dice una amiga, de "madurito interesante".

01 noviembre 2006

Los conflictos

La palabra conflicto procede de la latina confligere, que significa chocar. Conflicto es choque, lucha, combate; también llamamos conflictiva a una situación confusa, de difícil salida; y también denominamos conflicto a un problema, a una discusión. Hay conflictos intrapsíquicos, interpersonales y sociales.

Allí donde haya una frontera, un límite, una línea divisoria habrá siempre la posibilidad de un conflicto. Establecemos fronteras entre países, entre culturas, entre instituciones, entre familias, entre personas; y dentro de nosotros mismos distinguimos entre cuerpo y alma, entre psíquico y somático, y con cada distinción marcamos una línea y en cada línea la posibilidad de un conflicto. Algunas fronteras las consideramos artificiales, convencionales; mientras que otras las creemos naturales e inevitables. No entraremos en profundidad en este tema apasionante que desarrolla magistralmente Ken Wilber en su libro 'Sin Fronteras', baste decir que, inevitables o no, estamos rodeados de fronteras, de límites y por lo tanto de conflictos reales.

Los conflictos intrapsíquicos son conflictos internos, establecidos entre instancias de nuestra propia personalidad, en las mismas entrañas del yo, cuando la razón dice una cosa y el corazón dicta la contraria. El problema es a veces mayor porque con la cabeza queremos una cosa, con el corazón otra y con las tripas, con el hara, visceralmente, otra distinta. Y si dentro de nosotros mismos donde las fronteras no son muy marcadas, hay conflictos, cómo no los habrá entre personas, entre instituciones y entre civilizaciones.

Creo que la diferencia esencial entre las personas satisfechas y las que no lo están, no estriba tanto en el número y seriedad de los conflictos que tengan, sino en la forma de afrontarlos y de resolverlos. Todo conflicto, toda crisis, es una oportunidad para crecer. No existe crecimiento personal, ni progreso social sin crisis y sin el desarrollo de la capacidad para abordar los conflictos que ineludiblemente nos traerá la vida. Superar el conflicto no es volver a la situación anterior, eso se parece a una simple contención, la superación verdadera supone siempre un nuevo nivel, un quantum de crecimiento. Pero en todo conflicto hay que aceptar también cierto dolor, cierta frustración, incluso si el conflicto es de elección entre dos opciones positivas y ambas deseables, la frustración se llamará entonces renuncia.