21 septiembre 2007

Sabiduría

Hace ya mas de un año, algunos colegas me propusieron escribir este blog. Se trataba de hacer un blog sobre una temática muy variada que tuviera como denominador común, la psicología, la vida y sus circunstancias, se trataba en definitiva de escribir sobre sabiduría de vida. El problema con el que me he topado es que estoy escaso de ese don, entre otras cosas porque aún no soy lo suficientemente viejo; y si eres joven no eres sabio. Así que sólo he podido conseguir que sepa a sabiduría, es decir, una especie de sucedáneo. Por cierto, el lenguaje siempre me sorprende porque sabor y sabiduría tienen la misma raíz etimológica.

En Almería durante la carrera, se oía mucho decir que si no sabes torear pa qué te metes. Pues acepté el reto porque mi profesión como psicologo y auxiliar de psiquiatría me otorga una especie de atalaya que facilita mucho el aprendizaje sobre la vida y es también una especie de catalizador que acelera el proceso madurativo. Muchas personas me han mostrado su interior, su cara oculta, su alma toda, su dolor y eso me ha hecho ver. Ha habido otra razón importante y es que yo estoy muy necesitado de sabiduría; y aunque bien sé que no por escribir un tratado de arte se hace uno artista, algo de sabiduría de vida se me pegará si ando leyendo, reflexionando y escribiendo sobre ella. Otras sinrazones como la vanidad y el afán de protagonismo, si han estado presentes, no he sido consciente de ellas y por lo tanto no puedo analizarlas, o sólo las analizaría con el psicoanalista que no tengo.

De lo que estoy seguro es que ha merecido la pena, porque además de pena nada, que ha sido divertido y muy gratificante para mí estar con vosotros. Reflexionar sobre sabiduría y perseguirla es el esfuerzo más útil que uno puede hacer, porque sólo la sabiduría de vida nos puede acercar a la felicidad. Ella es el auténtico tesoro, ese que no puede comprarse porque es tan valioso que no tiene precio. La sabiduría, decía Diógenes, sirve de freno a los jóvenes, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de ornamento a los ricos. No estoy del todo de acuerdo con el griego, pero sí en que es buena siempre para todos. Si tuviera que resumir en un par de renglones que me quedan, cuál es el camino a la sabiduría que propondría, diría: si quieres vivir sabiamente, vive en el presente, contén tus deseos, no te apegues al yo, aprende del sufrimiento y ama.

No sé si tendrá sabor a sabiduría, pero lo de hoy a lo que sí sabe es a despedida. Estoy muy cansado.. Adiós... Hasta otra.

15 septiembre 2007

De vuelta...

A lo largo de todo el blog hemos ido hablando de cuestiones de fondo. Aunque ni el formato ni mi limitada capacidad nos hayan permitido ganar mucha profundidad, hemos tratado temas de calado. Hoy, ya de vuelta al trabajo, hablaremos de las formas, de los modos, de los modales y de las maneras, de lo que antaño se conocía como urbanidad.

Las formas son eso, formas, apariencia. La urbanidad no es una virtud, sólo es apariencia de virtud. Pero en muchos ámbitos de la vida no basta con serlo, conviene también parecerlo. Es cierto que hay quien sólo lo parece, quien vive de las apariencias. Seguro que todos conocemos a algún malvado refinado y a más de un vanidoso vano, a gente puff o haboriti como digo yo. Pero también es verdad que todos, o la mayoría, valoramos la elegancia, las maneras educadas, la cortesía, la clase; y todo eso son formas, costumbres, urbanidad. Por cierto, que lo de la clase no va siempre en paralelo con la clase social. Cuantos ricos habremos conocidos que no tienen clase, no saben estar, y cuanto pobres tan elegantes.

Dicen que los niños captan primero la estética y sólo cuando crecen son capaces de captar la ética. Me explicaré, cuando estamos educando a nuestros niños solemos decirles: eso no se hace, no se dicen palabrotas, no se pega, no se interrumpe a los mayores... todo lo anterior tiene en la mente del niño como denominador común, eso está feo. De hecho en los comics de niños y en las películas infantiles, los malos no tienen cara de malos sino de feos. Cuando crecemos, tú y yo sabemos que hay malos bellísimos y malas que están buenísimas. Y hay personas feas por fuera que son guapísimas por dentro. Al principio la estética va unida a la ética, la capacidad para distinguir lo ético de lo estético vendrá después. Pero en todo caso la estética siempre nos atrae y es valorada. En la educación tratamos de conjugar todas las virtudes, desde el amor que es la más alta de todas las virtudes, tan alta que está por encima de la virtud; hasta la urbanidad, la más pequeña de todas, tan pequeña que aún no llega a serlo. Pero, aunque pequeña es importante, porque es el comienzo, el camino. Los niños aprenden por imitación y la urbanidad que tiene forma de virtud es imitación de la virtud. A los mayores no nos bastará la apariencia de virtud, además tendremos que intentar ser virtuosos. Y los adolescentes, que se ríen de las formas, adoptan también sus formas.